Hijo de mil putas


Por @Sr_Albedrío

Yo nací en una red de microblogging. Con la barba tupida y con solera. No como las de ahora. Ni siquiera mis compañeros de instituto me han visto la cara desnuda. Nací en la cara oculta, hijo de mil putas. La desidia, la desazón, la soledad, la frustración, la sordidez, la tentación. Y un solo padre: Narciso.

Nací para desdoblarme. Para no tener que aguantarme a todas horas. Para dialogar conmigo mismo. Para censurarme, a veces, y para encantarme, casi todo el rato. Para ir demasiado lejos y arrepentirme. Para arrepentirme de haberme arrepentido.

Si me paro a pensarlo no existe un porqué. Más bien un por qué no. Dar rienda suelta es grato. Es una sensación intensa. Una experiencia vicaria teatral. Una puesta en escena exigente pero agradecida. No me resulta complicado gustarme. Seducir es una droga y me la estaba fumando en papel de plata. Todo empieza en los baños de garitos elegantes, como la cocaína. Y para cuando te das cuenta, estás en un callejón mugriento dándole chupadas a una pipa de crack casera.

Al principio no paras de subir. Te piropean. Te hacen saber que tu mierda les gusta. Te pasan cosas curiosas, algunas de ellas molestas. Lidias con odios y amores. Propios y ajenos. Llamas a puertas y te invitan a pasar por otras. Descubres gente interesante, gente tarada. Te ofrecen cosas bonitas y las jodes lo antes que puedes. Vives experiencias grotescas de gente de cifras de alto copete. De las que no se cuentan. Te echan de sitios y de otros te largas. Vuelves donde no deberías volver y te marchas de donde deberías quedarte. Conectas a niveles absolutamente vulgares y también sorprendentemente profundos. Probablemente no recuerde ni la mitad de las cosas que sucedieron durante todo ese tiempo. Sólo me preocupaba tener algo que quemar para pegarle otra chupada.

De repente te das cuenta de que te has inventado un par de frases, más o menos ingeniosas, a las que les debes explicaciones. Que tienes horarios y expectativas que cumplir. Que tienes que trabajar para mantener toda la película que te has montado. De repente deja de ser divertido. Ya no te apetece pero tienes que. Entonces todo es absurdo. Vacío. Y te quitas de en medio.

Se siente cierta nostalgia. Y definitivamente mono. Te pica todo, joder. La moderación nunca ha sido una de mis virtudes y cuando abandono algo siempre es por puta saturación. Te preguntas para qué ha servido todo ese trajín. Si acaso se puede considerar un viaje. No sé si se trataba de un análisis introspectivo o puro vicio disfrazado de palabras rocambolescas. Como a mí me gusta. Siempre tirando a excesivo. ¿Ha cambiado algo? No soy más yo, ni menos. Todo lo contrario.

Y entonces regresas. No he aprendido nada, porque sigo siendo igual. El mismo perro, idéntico collar.

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