Girls just wanna have fun

Ya lo decía Cyndi Lauper: Las chicas sólo quieren divertirse. Pobre e ingenua Cyndi. Divertámonos, sin más. Sin pensar en el triste pasado o en el doloroso futuro que nos espera. Porque no seamos estúpidos, lo será. Dolerá. Siempre duele cuando la canción se acaba y Cyndi deja de bailar. Soy adicta a la diversión, una yonki de las risas. Pero es que la vida ya se encarga de hacerme llorar contra mi voluntad. Algún día tendré que ponerme seria, aún más, porque, a veces, me he divertido a costa de los demás. Somos así de egoístas. Así de cobardes. Nos faltan agallas para pintarnos la cara de payaso y bailar dando vueltas hasta caer mareados y rendidos. No somos capaces de soplar el castillo de naipes tan estable y bien construido que hemos levantado sin cimientos.

Algún día me pondré seria y viviré mi vida de forma correcta de cara a la galería y también dentro de ella. Y podré responder al padre de Lauper cuando pregunte que qué voy a hacer de mi vida. Una vida que no deja de avanzar estando en pausa. Te quedas estancada, con los pies enterrados hasta los tobillos mientras todo se mueve alrededor. Nos dejamos llevar sin saber muy bien hacía dónde ni por quién. Seguimos el camino correcto y nos contentamos con diversiones eventuales, con reír a escondidas, con carcajadas internas que, con suerte, resuenan con eco. ¿Quién no ha repetido postre por muy llena que esté? Lo admito, he relamido hasta no sentir la lengua algún postre que la vida me ha puesto delante. Es jodidamente divertido caer en la tentación y hay personas que lo llevan escrito en la frente. No puedes ponerle a un sediento una cerveza fría en los morros y esperar que no se la beba de un trago. Y algunos estamos permanentemente sedientos de vida. Y algunos son la mejor cerveza fría que hemos probado. Algunos consiguen que el resto de cervezas nos sepan a agua con cebada.

A la mierda, ya veremos. Ya pagaré las consecuencias. Estoy segura. Ya moriré. Pero no quiero dejar de desgañitarme cantando con la rubia de No Doubt mientras meto el dedo para probar lo que cocino. No quiero dejar de perder horas de sueño por leer alguna mierda de Kerouac que se me está haciendo densa. De ser la chica que arrastra al chico a ver la peli de Marvel de turno. La que se traga todos los bodrios de zombies y vampiros. La que se ríe por la calle mirando la pantalla del móvil. Paso de dejar de ser la única de mis amigos que haya escuchado El Columpio Asesino y le haya gustado. Que me ponen los pelirrojos y el acento murciano. Que me gusta el té, el café, el chocolate, el jamón y todo lo que está tan jodidamente bueno. Soy adicta a lo bueno, a los buenos, a lo que me sabe bien y me folla mejor.

No tengo remedio. Me doy cabezazos contra cada muro que se levanta a mi paso. Busco las piedras para tropezar y me indigno con el mundo por dejarme hacerlo. Soy terca hasta ser estúpida. Voy de dura estando fofa. Se me escapa la calidez por las grietas en el hielo. Aparento, engaño, miento… Tengo mil defectos que intento equilibrar con mis virtudes. No sé si compenso. No sé si merezco la pena.

Voy a darle al play, Cyndi. Bailemos.